A lo largo de la historia, las mujeres han sido parte fundamental en el desarrollo del conocimiento, aunque muchas veces sus aportaciones hayan quedado relegadas a los márgenes de los libros, silenciadas en los laboratorios o eclipsadas por estructuras que no las reconocían como sujetas de saber.
Basta con recordar a Hipatia de Alejandría, filósofa y astrónoma asesinada por enseñar ciencia en la antigüedad; a Caroline Herschel, pionera de la astronomía moderna, cuya labor fue opacada por su hermano; o a Rosalind Franklin, cuyas imágenes de difracción de rayos X fueron clave para descifrar la estructura del ADN (ácido desoxirribonucleico), pero su nombre fue omitido del Nobel. Estos no son casos aislados, forman parte de un patrón histórico que ha invisibilizado las contribuciones de las mujeres a la ciencia.
Las mujeres en la ciencia tienen trayectorias marcadas por la tenacidad, la creatividad y la resistencia.
Este número propone una pausa, no solo para reconocer, también para celebrar sus voces, sus caminos, sus luchas. Hablar de mujeres en la ciencia, más allá de nombrar cifras o porcentajes, conlleva a dar cuenta de trayectorias marcadas por la tenacidad, la creatividad y la resistencia. Es hablar de quienes desafiaron estereotipos y abrieron brecha para las generaciones que hoy caminan con pasos más firmes gracias a ellas.
Actualmente, en México, las mujeres representan cerca del 40% del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores. Sin embargo, esta cifra no implica paridad en términos de liderazgo, acceso a recursos o visibilidad. Persisten obstáculos que van desde lo simbólico hasta lo estructural: el techo de cristal, la doble jornada, los sesgos que aún asocian lo científico con lo masculino. Y a pesar de todo, las científicas siguen abriéndose paso.
No se trata solamente de sumar mujeres a las estadísticas. La inclusión es una cuestión de justicia y, al mismo tiempo, es una oportunidad para ampliar las miradas y enriquecer los enfoques. Porque el conocimiento también se construye desde la pluralidad de voces.
Ellas han transformado nuestras vidas con sus ideas, descubrimientos e invenciones.
Las mujeres que habitan estas páginas son parte de una historia transformadora. Son científicas, sí, pero también son maestras, mentoras, tejedoras de comunidad. Desde la matemática que rompe con el mito de la genialidad masculina, hasta la ingeniera que impulsa la conservación del maíz criollo; desde las pioneras que abrieron las aulas, hasta las niñas que hoy sueñan con ser astrónomas, programadoras o biólogas: todas ellas nos recuerdan que la ciencia es territorio de posibilidad.
Este número de Obsidiana es una invitación a mirar la ciencia desde otro ángulo, a reconocer trayectorias que rompen moldes. No es solo un homenaje, es una mirada al presente y al futuro. Una muestra de cuánto han transformado nuestras vidas las mujeres en la ciencia, con sus ideas, descubrimientos e invenciones. Porque necesitamos una ciencia que no solo explique el mundo, sino que lo transforme. Y para eso, necesitamos de todas las voces.