Mi experiencia en la docencia ha sido variada, por no decir diversa. Empecé a dar clases por vocación, sin ninguna formación teórica pedagógica (didáctica, tipos de evaluación, planeación estratégica, diseño, etc.), replicando lo que fue de utilidad durante mi formación escolar, y explorando actividades que me hubiera gustado llevar a cabo durante mi vida estudiantil para acercarme aún más a la comprensión de las ciencias.
En esa primera etapa me enfrenté con estudiantes que tenían alguna necesidad de aprendizaje específica. Viene a mi memoria el caso de cierta estudiante que parecía desmotivada y que no comprendía actividades y lecturas. Sin ningún conocimiento teórico, me enfoqué en motivar sus habilidades para que no abandonara sus estudios.
Después de muchos devenires, incluyendo formarme en educación, me integré al equipo de una institución educativa inclusiva, cuyos principios y modelo pedagógico señalan promover el máximo desarrollo posible de sus alumnos. Ahí confluyen estudiantes neurotípicos y neurodivergentes, o con necesidades particulares de índole físico como la movilidad, la visión o la hipoacusia, por nombrar algunas.
La docencia debe flexibilizarse y buscar alternativas para mantener al grupo cohesionado.
La institución contempla el acompañamiento personalizado de estudiantes neurodivergentes, dependiendo de las características de su discapacidad, lo que sin duda es un gran apoyo para el docente. También considera que, para el desarrollo de la autonomía de dichos estudiantes, es importante ir retirando, poco a poco, el apoyo personalizado.
En el aula puede haber estudiantes con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), con autismo, con Asperger, oposicionistas, con deficiencias cognitivas de diversa índole (desde inmadurez cognitiva hasta síndromes genéticos que afectan el desarrollo cognitivo), o con discapacidad física, por lo que la docencia debe flexibilizarse y buscar alternativas para mantener al grupo cohesionado y a los estudiantes interesados. En esta primera experiencia inclusiva me encontré que, en los grupos de 20, aproximadamente ocho estudiantes tenían necesidades de aprendizaje particulares, y convivían con estudiantes neurotípicos.
En la enseñanza de las ciencias es vital acudir a entornos como un laboratorio o espacios físicos donde los estudiantes puedan experimentar, hacer, observar, estar, disfrutar, indagar… pero si alguno de ellos tiene una discapacidad motriz, implica otros retos. Generalmente, en los laboratorios hay mesas de trabajo con cierta altura y una serie de bancos para que los estudiantes se acomoden y tengan acceso a los materiales destinados a la práctica. Si dentro del grupo hay alguien que usa silla de ruedas, le será difícil, si no imposible, acomodarse en un banco. El docente debe tomar decisiones prácticas para llevar a cabo su actividad. ¿Traigo una mesa? ¿Pido ayuda a sus compañeros? Lo que quiero destacar es la necesidad de visualizar los desafíos que enfrentan los estudiantes con discapacidades físicas.
El mayor reto frente al currículo propuesto por las instancias gubernamentales, es que este no es necesariamente pertinente en un ambiente inclusivo. Un estudiante diagnosticado dentro del espectro autista requiere de instrucciones precisas, por lo que lanzar preguntas de indagación no suele ser la mejor opción para ellos. En estos casos, lo ideal es proporcionar datos y relaciones precisas que lograran dar al estudiante certeza, anclajes y la sensación de seguridad.
El currículo propuesto por instancias gubernamentales no es necesariamente pertinente en un ambiente inclusivo.
En general es importante realizar actividades prácticas muy sencillas que sean valiosas para el desarrollo de los estudiantes con alguna discapacidad cognitiva, que les permitan asociar sus actividades cotidianas con ciertos elementos del currículo; al mismo tiempo, esas actividades deberán favorecer que los estudiantes neurotípicos sientan y experimenten el reto, para asociarlo, reflexionar y apropiarse del conocimiento. Llevar las ciencias a la cotidianeidad puede ser un camino que permita a los estudiantes dar sentido a algunos de los contenidos propuestos en el currículo.
En mi caso, además de algunos experimentos sencillos para evidenciar fenómenos científicos, la cocina y la construcción de un huerto fueron los caminos integradores con estudiantes neurotípicos y neurodivergentes. La cocina ofrece, además del placer de la degustación posterior, enfrentar a los estudiantes con retos cercanos a su vida cotidiana, como calcular los tiempos de cocción dependiendo del corte, hacer una masa para pan o pizza, la importancia de la medición y las conversiones, o conocer las características físicas y químicas de los ingredientes. De esta forma es más fácil integrar e incluir, ya que cada estudiante aporta sus habilidades. El huerto como una actividad colectiva permite, además, desarrollar el respeto al medio ambiente y fomentar la cohesión social.
Quizá la discapacidad más difícil de atender es la hipoacusia. Desarrollar un curso sin la mediación del lenguaje es un reto para cualquiera. El ser humano recibe información, primordialmente, a través de dos sentidos: la vista y el oído. Como docente, además de buscar recursos visuales con subtítulos, me enfrento a la ausencia de estructuras lógicas, y a códigos lingüísticos desarrollados por estos estudiantes que no cuentan con estructura comunicativa, por lo que decidí que en esos casos era más importante proporcionarles herramientas básicas de comunicación que les permitieran desarrollar su continuidad escolar versus los requerimientos de la asignatura.
Este modelo tiene ventajas y desventajas que se asocian con las expectativas de los tutores, las prácticas docentes y las actividades del equipo de apoyo, quienes deben rendir cuenta al tutor, que es quien paga la colegiatura. Uno de los mayores retos es, además de diseñar clases que atraigan el interés sin generar ansiedad, intentar anclar conocimientos teóricos desde la cotidianidad. Por otro lado, se debe lidiar con las expectativas parentales, sus deseos, frustraciones, etc.
Como colofón puedo destacar los aspectos que me han sensibilizado como docente y que aplico a mi práctica cotidiana: la importancia de la visualización de los retos que enfrentan los estudiantes con discapacidad, de la empatía, del desarrollo de actividades con sentido práctico, y la importancia de la comunidad.