Cuando llega un estudiante al nivel de un posgrado en ciencia ha recorrido un largo trecho, más largo sin duda para las mujeres. Su camino probablemente empezó en preescolar. Quizá haya tenido que convencer a su familia de que la ciencia es una buena opción profesional. También ha pasado por una serie de pruebas de selección y admisión a escuelas y a universidades, y muchos exámenes escolares imprescindibles para conseguir un título de licenciatura, en alguna de las carreras llamadas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). Las chicas pueden haber sufrido descalificaciones de género, y seguro haber estado en minoría a medida que se especializaban los estudios.
Dicho así, parecería un camino lleno de sufrimientos, pero no tiene por qué serlo. Llega al posgrado porque ha tenido éxito en su decisión vocacional, porque disfruta del conocimiento científico y culmina el esfuerzo de muchos años. Puede haber en su pasado una visita a un museo de ciencia inspiradora, haber participado en olimpiadas del conocimiento, asistido a talleres de ciencia, haber leído un texto de divulgación de la ciencia, tener una familia que disfruta la ciencia o haber estado en la clase de uno de esos maestros que despiertan vocaciones. Por sus méritos, ha llegado a un punto en que puede solicitar una beca para el paso siguiente, que le permitirá en el futuro apoyar al sistema de ciencia, tecnología e innovación y a su país.
Un estudiante llega al posgrado porque disfruta del conocimiento científico.
Una característica fundamental del posgrado es que sus estudiantes ya han tomado una decisión profesional, y las y los docentes tenemos que estar a la altura; nuestra participación debe tener un alto nivel y profundidad. Sin duda se espera del docente que muestre una calidad pedagógica, pero lo primordial es que transmita un conocimiento avanzado que permitirá independencia. Para dar clases en el posgrado es imprescindible tener experiencia directa en investigación del área de que se trate, pues hay que abordar cada materia desde el momento actual.
Los programas de posgrado tienen en general dos enfoques; profesionalizantes o de investigación. Además, cuentan con materias obligatorias básicas para la disciplina de que se trate y materias optativas, que van a ser clave para la selección de la tesis que se va a desarrollar, si ese es un requerimiento, y para definir un tema específico de investigación e, inclusive, un director de tesis.
Si bien la ciencia es un derecho humano y la comunicación de la ciencia debe hacerla llegar a toda la humanidad, desarrollar la ciencia requiere de alta especialidad. Tener acceso a los resultados científicos y desarrollar un pensamiento crítico es posible para todos desde la educación elemental y hay que luchar por una buena docencia básica. Sin embargo, ser un profesional de la ciencia, un investigador o un tecnólogo, requiere de estudios de posgrado.
Los docentes tenemos que estar a la altura; nuestra participación debe tener un alto nivel y profundidad.
Las universidades mexicanas han hecho un gran esfuerzo por tener buenos programas de posgrado, algunos tan buenos como los mejores del mundo. Cuando yo terminé la carrera de física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tuve la oportunidad de hacer un posgrado en la Universidad de Oxford con una beca del casi recién inaugurado Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Ahora ya hay muchas opciones nacionales y se ha promovido mandar a estudiantes a hacer posdoctorados, pues sin duda, para hacer investigación científica, la experiencia internacional es muy importante. El apoyo con becas para el posgrado es esencial, pues en esta etapa ya se espera autosuficiencia económica.
Una vez que México ha logrado tener muchos estudios de posgrado de calidad y programas de becas, es fundamental dar oportunidades de trabajo a las y los jóvenes que terminan sus posgrados para un futuro mejor, tanto personal como de la sociedad.