Decimos que la educación es la clave del futuro, lo repetimos constantemente. Pero pocas veces nos detenemos a preguntar qué tipo de educación estamos construyendo. ¿Formamos estudiantes que saben repetir información, o personas con pensamiento crítico?
Cuando hablamos de ciencia, la diferencia no es menor, porque enseñar ciencia no debería ser sinónimo de aprender fórmulas de memoria ni repetir conceptos abstractos. Debería ser, más bien, una herramienta para entender el mundo.
La didáctica de la ciencia es, en esencia, una invitación a repensar cómo se enseña y cómo se aprende, a romper con la lógica del dato aislado y reconectar el conocimiento con la vida cotidiana, a encender la curiosidad y a crear vínculos entre teoría y experiencia.
Enseñar ciencia es enseñar a pensar, a cuestionar y a comprender cómo funciona el mundo.
Sin embargo, la realidad en las aulas suele ir por otro camino con reformas educativas que cambian constantemente. Y mientras tanto, niñas y niños que alguna vez se maravillaron con una pregunta, aprenden que la ciencia se memoriza.
Las cifras confirman esta desconexión. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, solo 4 de cada 10 personas en México comprenden conceptos básicos como el método científico, y menos del 10% de los egresados del nivel medio superior se interesa por carreras científicas o tecnológicas.
Por eso, sembrar ciencia empieza mucho antes de lo que creemos. Desde la infancia, con preguntas espontáneas y juegos que estimulan la exploración, hasta la universidad, donde el conocimiento se convierte en herramienta para transformar la realidad.
La didáctica de la ciencia es, en esencia, una invitación a repensar cómo se enseña y cómo se aprende.
Y para sembrar ciencia hay muchos caminos: ferias, libros, talleres, museos, redes sociales, novelas gráficas, videojuegos. Cada uno puede ser una puerta al asombro. Por eso, quienes escriben, ilustran, editan o divulgan también enseñan.
En este número de Obsidiana, reunimos a educadores, artistas, investigadores y divulgadores que están cambiando la forma de enseñar y aprender ciencia, quienes comparten qué experiencias, qué materiales, qué lenguajes permiten que la ciencia conecte con las emociones, con el presente, con los desafíos colectivos.
La ciencia debe formar parte de nuestra cultura cotidiana como una herramienta para comprender y tomar mejores decisiones con sentido crítico. Los invitamos a seguir cultivando la curiosidad, a cuestionar, y a compartir el conocimiento.