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Aprender química jugando: el proyecto GALIO

Aprender química jugando: el proyecto GALIO

por Antonio Reina Tapia  •  Miguel Reina Tapia | Jul 2, 2025 | Espejo, No. 15 Sembrando ciencia: curiosidad y aprendizaje

ESiempre que decimos que somos químicos, la gente comenta que sufrió horrores en la secundaria y que le parecía el tema más complejo y enrevesado del mundo. Y, tristemente, muchas veces no están equivocados. Cuando pensamos en aprender química es fácil imaginar pizarras llenas de fórmulas, laboratorios atiborrados de sustancias tóxicas y peligrosas, equipos costosos, y profesores medio extraños y ariscos disfrazados con batas blancas sucias hablando de cosas que no comprendemos porque no vemos. La química, con su lenguaje propio, lleno de símbolos y conceptos abstractos puede parecer un desafío monumental. ¿Y si existiera una forma de convertir ese reto en un emocionante juego?

Los juegos de mesa de química ayudan significativamente a que los estudiantes aprendan.

En la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), arrancamos el proyecto GALIO (Gaming: Aprendizaje Lúdico de Química Inorgánica y Orgánica) que está demostrando que aprender química no tiene por qué ser aburrido. A través de juegos y tecnologías digitales, este proyecto busca apoyar las clases tradicionales a través de experiencias interactivas, dinámicas y, sobre todo, divertidas.

La magia de aprender jugando

Tradicionalmente, las clases de química se basan en explicaciones teóricas en las que el profesor dicta magistralmente y los estudiantes toman notas con más dudas que certezas. Aunque este método tiene su lugar, muchas veces deja fuera algo fundamental: la participación activa de los estudiantes. Y aquí es donde entran los juegos.

Imagina un juego tipo “¿Adivina quién?”, pero en lugar de personajes usas moléculas y compuestos químicos. Este es “Compuestos y Moléculas”, uno de los juegos desarrollados por GALIO. Con él, los estudiantes hacen preguntas cerradas (sí o no), para descubrir qué molécula ha elegido su oponente. Al jugar, no solo memorizan nombres, fórmulas y propiedades, sino que también practican cómo razonar y clasificar información de manera lógica. Una de las características más importantes es que los jugadores descubren y profundizan en la diferencia que hay entre sustancias formadas por moléculas y aquellas que no lo están. Fascinante, ¿no?

Otro juego, llamado MET-orgánica, convierte las reglas del popular “UNO” en una aventura química. En lugar de colores y números, las cartas representan grupos funcionales de química orgánica, cadenas de carbonos y propiedades químicas. ¿La meta? Ganar, por supuesto, pero aprendiendo al mismo tiempo cómo nombrar, representar y clasificar las familias de compuestos orgánicos. Igual que en el “UNO”, las cartas de acción son muy importantes, y en este juego permiten descubrir temas complejos como la estereoisomería o la organocatálisis. Y lo mejor es que tiene diferentes niveles de dificultad, adaptándose para que pueden jugar tanto principiantes como estudiantes más avanzados. ¿Sabías que “met” es un prefijo que se usa en química orgánica y que significa “uno”? ¿Listo para gritar “MET” y vencer a tus amigos?

La educación no tiene por qué ser rígida o intimidante.

El Quimdoku es un juego inspirado en el clásico rompecabezas japonés, sudoku. La diferencia es que en este juego, en vez de completar casillas, filas y columnas con números, hay que relacionar los nombres de los elementos con los símbolos químicos modernos, y con los símbolos antiguos, por ejemplo, los símbolos alquímicos. La propuesta es que, además de resolver el rompecabezas, se aprendan algunas cuestiones de química y de su historia. ¿Sabías que los elementos alquímicos están relacionados con los planetas? Por ejemplo, el símbolo de la plata se le asignó a la luna, y el del oro al Sol. Así, los estudiantes aprenden química pero también de historia.

Con ayuda de nuestros estudiantes hemos creado muchos otros juegos: Unit Kemps, para distinguir magnitudes y unidades; Dominó de Fuerzas Intermoleculares; Identificat’Iones, un juego de cartas para conocer los experimentos de identificación en el laboratorio; La Lotería de los Elementos Químicos; Orbitopoly, basado en el Monopoly, para aprender estructura atómica; y muchos más que estamos generando día con día.

¡Lo mejor de todo es que funciona! Todos estos trabajos han sido publicados en la revista de educación química más prestigiosa del mundo: el Journal of Chemical Education. En esas contribuciones, demostramos estadísticamente cómo los juegos de mesa de química ayudan significativamente a que los estudiantes aprendan, al tiempo que desarrollan habilidades de destreza, cognitivas y relacionales.

En un mundo tecnológico, aplicaciones móviles

Además de los juegos de mesa, GALIO incorpora herramientas digitales como aplicaciones móviles y simulaciones interactivas. Por ejemplo, puedes usar tu celular para visualizar moléculas en 3D, responder cuestionarios interactivos o practicar conceptos en cualquier momento y lugar. ¿Te imaginas apuntar tu cámara a una tarjeta de juego y ver cómo aparece una molécula en realidad aumentada? Eso es parte de lo que GALIO planea para el futuro.

¿Por qué funciona esta combinación de juegos y tecnología? Porque hace que el aprendizaje sea más significativo y trascendente. Los estudiantes no solo aprenden por obligación, sino que se divierten haciéndolo. Y esto no solo les ayuda a entender la química; también les enseña a trabajar en equipo, comunicarse mejor y enfrentar problemas de manera creativa.

Durante clases, cursos extracurriculares, talleres y eventos como la Feria de Bienvenida de la Facultad de Química, o las Ferias de Orientación Vocacional en las Escuelas Nacionales Preparatorias, los juegos de GALIO han sido un éxito. Los estudiantes participan con entusiasmo, compiten en equipo y refuerzan conceptos sin darse cuenta de que están aprendiendo.

¿Qué hemos aprendido con GALIO?

GALIO demuestra que la educación no tiene por qué ser rígida o intimidante; puede ser una experiencia emocionante que despierte la curiosidad y el entusiasmo por aprender. Esta propuesta no solo mejora la enseñanza de la química, sino que también invita a repensar cómo enseñamos otras materias.

La ciencia es una manera de explorar el mundo, resolver problemas y hacernos preguntas.

Al final, la ciencia no es solo una colección de fórmulas, teorías y de experimentos en laboratorios sofisticados; es una manera de explorar el mundo, de resolver problemas y de hacernos preguntas. Y si podemos aprender todo esto mientras jugamos, ¿por qué no hacerlo?

Al CeSAr lo que es del CeSAr

(Aluminio, Cesio, Azufre, Argon se lee por sus símbolos Al CeSAr)

Por último, quisiéramos agradecer a todas las personas que han trabajado en los últimos cinco años en el proyecto GALIO de la Facultad de Química de la UNAM. A todos los estudiantes involucrados, a la Sociedad Estudiantil de Ciencias Químicas y, en particular, a los profesores que han desarrollado estos contenidos con nosotros: el Dr. Héctor García Ortega, el Dr. Jesús Garcia Mora y el Dr. Armando Marín Becerra.

Antonio Reina Tapia

Facultad de Química de la UNAM

Miguel Reina Tapia

Facultad de Química de la UNAM

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