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¿Qué hacer ante el consumo de fentanilo y heroína en nuestro país?

¿Qué hacer ante el consumo de fentanilo y heroína en nuestro país?

por Jorge Villatoro Velázquez | Feb 25, 2024 | Espejo, No. 8 Opioides

El amplio desarrollo de las drogas sintéticas, como las metanfetaminas o el fentanilo, implica un gran reto para la salud pública y para todos los niveles de gobierno.

La facilidad y rapidez con que se produce el fentanilo dirigido al uso no médico, así como sus efectos, similares a los que se logran con la heroína, han provocado un incremento notable en su disponibilidad como adulterante o como droga principal para nuestras poblaciones.

En los últimos años, en México esta situación se refleja en los decomisos que realizan el Ejército y la Secretaría de Marina, mayores a seis toneladas de fentanilo, gran parte de lo cual tenía como destino el mercado de Estados Unidos; pero otra parte se queda en México. Esto incrementa su consumo en el país y, en consecuencia, las sobredosis y muertes, como lo reportan varias organizaciones no gubernamentales de la frontera norte. En 2021 México sólo compró 4.6 kg de fentanilo para uso en miles de cirugías y en cuidados paliativos. Esa cantidad es muy pequeña para el tamaño de las incautaciones realizadas, por lo que difícilmente se desvían al mercado ilegal, donde las incautaciones han sido mayores a 4 toneladas.

Para evitar la incidencia de muertes, en el corto y mediano plazo, de los consumidores de esta droga, sea porque la busquen directamente o porque la sustancia que usan está adulterada, deben llevarse a cabo, al menos, seis acciones.

1. Seguridad y derechos humanos de quien consume

Se debe contemplar que quienes consumen droga lo hagan en situaciones de mayor seguridad, por ejemplo, proporcionándoles tiras de pruebas de fentanilo o de otros adulterantes, así como entrenamiento para que sepan usarlas. Esto les permitiría saber con certeza si su dosis contiene fentanilo y decidir si la consumen o no. El costo de las tiras no resultaría oneroso al Estado, menos aún tratándose de salvar vidas.

Es necesario instalar salas de consumo seguro donde, como ocurre en Canadá o varios países de Europa, las personas usuarias pueden identificar qué contiene su dosis, además de consumirla en condiciones más higiénicas y con personal médico que les pueda atender en caso de cualquier complicación. También les proporcionan servicios de limpieza personal y de sus pertenencias, dignificándoles como personas.

En 2021 México sólo compró 4.6 kg de fentanilo para uso médico; difícilmente esa cantidad se desvía al mercado ilegal.

En México contamos con una en la ciudad de Mexicali, Baja California, dirigida por Verter A.C. Hacen un excelente trabajo de apoyo a las usuarias de drogas inyectadas, pero son necesarias muchas más salas en el país.

Otra medida sería la instalación de dispositivos o máquinas a donde la población consumidora pueda ir por tiras de pruebas o naloxona.

2. Acceso y disponibilidad de naloxona

Dado que hay más sobredosis y muertes por el consumo de fentanilo y menos naloxona disponible, el único recurso con que cuenta la población usuaria para intentar revertir la sobredosis es el agua con sal, o recibir golpes; la probabilidad de sobrevivir con estos métodos es muy baja y vulnera su dignidad. Pero la naloxona salva vidas. Es un medicamento antagonista que no causa adicción y su costo es muy bajo.

La disponibilidad y el acceso a la naloxona debe ser algo cotidiano. Esto implicaría que el Congreso apoye la iniciativa que la desclasifique y la vuelva un medicamento de venta libre. Una estrategia rápida y sencilla que apoyaría la salud y vida de muchos usuarios.

Debería estar disponible para las personas usuarias, el personal que atiende emergencias, paramédicos, policías, la guardia nacional y en los centros de salud; también en máquinas que puedan entregarla de manera sencilla y gratuita.

3. Disponibilidad de Tratamiento Asistido por Medicamentos (TAM)

Si los consumidores tuvieran acceso a TAM, sea de metadona o buprenorfina, como sustitución de consumo de heroína, habría dos ganancias: se reducirían los problemas por inyectarse heroína, adquirir VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) o VHC (Virus de la Hepatitis C). Y, por otro lado, estos medicamentos no contendrían adulterantes como fentanilo o xilacina, lo cual reduciría notablemente las posibilidades de sobredosis.

El uso de TAM no es nuevo y, afortunadamente, hay varias clínicas en el país lo ofrecen a las personas; no obstante, hay al menos un problema con su disponibilidad.

Varias de estas clínicas se encuentran lejanas a los lugares de consumo; a veces el tiempo de traslado es de, por lo menos, dos horas, lo cual es demasiado para quien consume porque además debe trabajar y conseguir dinero. Por ello es importante apoyar con el traslado gratuito o de muy bajo costo; o bien, crear clínicas que estén cerca de los usuarios.

Hay más sobredosis y muertes por el consumo de fentanilo y menos naloxona disponible.

4. La reinserción

En México, gran parte de quienes consumen drogas inyectadas vive en situación de calle y alta vulnerabilidad. Se dedican a actividades como limpieza de parabrisas, colecta de basura (cartón, envases de vidrio, etc.), así como al trabajo sexual.

Hay quienes han logrado remisión total sostenida durante meses y su vida tiene cambios significativos durante ese tiempo, por lo que pueden trabajar, estudiar o apoyar en otras actividades productivas.

Esta población debe contar con opciones laborales y oportunidades educativas, que les permita desarrollarse y obtener un ingreso justo. También requieren seguimiento para asistir a grupos y sesiones individuales de ayuda, para evitar recaigan en el consumo. Muchas veces llegan a tener consumos esporádicos de pocos días o un día; esto debe considerarse como un “resbalón”, y no por ello deben dejar las actividades que ya estaban desarrollando. Es importante no tener una mirada tan dura y ser más flexibles como sociedad.

Los usuarios suelen expresar: “Está bien, ya no consumo, ¿pero ahora qué hago con la abstinencia?”. Justo por eso debemos intervenir para darles oportunidades de desarrollo personal, familiar, laboral y educativo.

5. Las personas consumidoras, también son nosotros

La reducción del estigma es algo vital, quienes consumen droga son personas con su propia historia de vida, problemas, un fuerte sufrimiento interno, y rechazo por parte de la sociedad. No obstante, sus sentimientos y desarrollo son similares a los de los demás.

Debemos verlos como iguales, como personas que pueden salir adelante, compartir los espacios cotidianos y darles nuestro apoyo, así como lo hacemos con la familia o quienes forman parte de nuestra comunidad. ¿Es tan difícil?

El uso de metadona como terapia sustitutiva no es nuevo, pero hay problemas con su disponibilidad.

6. Las sustancias

A México llegan contenedores con fentanilo y con precursores para producir fentanilo, un grave problema, pues su producción es muy rápida, se necesita una dosis muy pequeña para sentir sus efectos, hay un amplio mercado que lo compra, y la ganancia económica es muy grande.

Esto genera daños a la salud y a las dinámicas familiares, además de la violencia asociada con su producción, con las rutas de distribución, y la inseguridad. Por ello es vital hacer un mejor monitoreo de estos contenedores, y desarrollar mejores tecnologías y estrategias de detección e incautación.

Debemos lograr acuerdos maestros con los países productores de los precursores y del fentanilo, para alcanzar un mejor control de estas sustancias, y evitar que lleguen a los cárteles de droga; una tarea complicada, pero prioritaria.

A manera de epílogo

Quedan muchos temas a tratar. Espero que lo aquí expresado dé un panorama sobre las oportunidades que tenemos para intervenir y apoyar a los usuarios de drogas en su salud, en alternativas para mejorar sus vidas, y en acciones para reducir la disponibilidad de los precursores.

No es tarea sencilla, pero debemos seguir insistiendo hasta lograr que nuestras autoridades apoyen y faciliten el desarrollo de estrategias que permitan lograr mejores condiciones de vida para quienes consumen drogas.

Jorge Villatoro Velázquez

Instituto Nacional de Psiquiatría

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