Dijo Ortega y Gasset que “hay épocas en que las generaciones sucesivas se diferencian poco entre sí”, donde existe una prolongación natural del pensamiento, de las ideas, de los valores, etc., y “hay otras épocas, como la actual, en que esa continuidad se rompe”. Recordamos la década de los sesenta —gracias a Elvis Presley y a la píldora anticonceptiva— como la de una extraordinaria ruptura. Pero aún no sabemos cómo será recordada la época que vivimos en la actualidad, cuando se cumplen cien años de la cita mencionada. Lo cierto es que en las universidades estamos viviendo un cambio de paradigmas en los ámbitos social, sexual, psicológico, didáctico y tecnológico con nuestras y nuestros estudiantes, tradiciones e instituciones.
En las historias personales del paso por la universidad se relata el proceso de modificación —la fase crisálida en la metamorfosis de oruga a mariposa— que ocurre en una persona, casi adolescente, cuando ve que el mundo es más ancho de lo que nunca hubiera pensado y la universidad le proporciona acceso a ese mundo.
Con frecuencia, estas historias terminan con el éxito alcanzado y el agradecimiento para aquello que permitió la experiencia: familia, amistades, universidad. Menos frecuente es el relato de la historia de frustración, rechazo y derrota de quienes no vivieron la metamorfosis, de quienes pasaron por la universidad y el mundo no les mostró su amplitud ni abrió las puertas de su acceso.
En su paso por la universidad, las personas ven que el mundo es más ancho de lo que nunca hubieran pensado.
Quienes integramos el personal docente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) trabajamos para maximizar, en número y calidad, el primer resultado; este esfuerzo, creemos, minimiza el segundo resultado. Quiero describir cómo se lleva a cabo esta labor en la Facultad de Química de la UNAM.
La eficacia en números
Casi dos terceras partes de los 1300 alumnos que ingresan a la Facultad, terminan el total de créditos de nuestras seis carreras (diseñadas para completarse, idealmente, en nueve semestres). Tres de cada cuatro de quienes terminan, lo hacen en 12 semestres o menos. De la tercera parte que no termina, la mitad abandona la Facultad en sus primeros nueve semestres; la otra mitad sigue intentando avanzar en sus estudios varios semestres más, 10, 12, 18, hasta abandonar con estudios truncos. Estos números han sido sorprendentemente estables a lo largo de los últimos 20 años, cuando menos.
Nuestra misión contiene la tarea de “formar profesionales de excelencia”, y cerca de 700 profesionales de la química que reciben el título anualmente cumplen el dictum.
Docentes y estudiantes
Debemos enseñar química y, para lograrlo, necesitamos saberla y crearla. Por eso sostenemos una intensa investigación que produce más de 300 artículos científicos al año y que mantiene a más de 200 académicos en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII). Entre nuestro profesorado se destacan profesionistas de la comunidad económica de la química en México. Nos especializamos también en investigación educativa y docencia. Creemos en la aplicación del conocimiento a los problemas prácticos —nacionales o no— del presente.
El conocimiento se debe aplicar a los problemas prácticos —nacionales o no— del presente.
Una buena profesionalización en química se realiza por distintos caminos y desde puntos de partida muy diversos. Decimos que conviene saber algo de química, física y matemáticas antes de llegar a la escuela, pero conocemos historias de colegas que llegaron sin saber nada de eso, así como de quienes llegaron sabiendo más que el profesorado. Lo cierto es que ambos extremos comparten la capacidad de trabajar, el deseo de aprender y la tenacidad para insistir a pesar de los fracasos que inevitablemente nos tocaron.
Adaptación hacia el futuro
Es obvio que necesitamos incorporar el uso de la inteligencia artificial, y asegurar la preparación de nuestro profesorado en el tema, además de asegurar la igualdad de género y la constitución de un espacio libre de violencia de género, atender las fragilidades en los sentipensares de nuestro alumnado, las identidades disidentes y no binarias, la disminución de sus plazos de atención concentrada.
Es nuestra obligación ajustarnos, adaptarnos y entendernos con los nuevos tiempos. En el camino habremos de fortalecer el contacto y la posibilidad de elaborar los nuevos acuerdos sociales —dogmas, les llama Ortega y Gasset. Después de todo, algunos de esos dogmas, los de la química, como siempre ocurre en la ciencia, nos ayudarán a conservar la continuidad.