Hace más de dos décadas, Charles M. Vest, entonces presidente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), predijo lo que la nanotecnología podría significar para la humanidad: “una tercera revolución industrial”, expresó con firmeza, anticipando un futuro que solo unos pocos podían vislumbrar.
En pleno siglo XXI, el mercado global de la nanotecnología asciende a los 3.6 mil millones de dólares, y las proyecciones auguran que para 2030 alcanzará los 32.2 mil millones. Pero México no está allí. No hay un programa nacional, una iniciativa, ni una estrategia sólida que impulse esta disciplina que podría cambiar la vida de millones de personas.
La nanotecnología, esa maravilla de lo infinitamente pequeño, donde cada átomo y molécula son hilos de un tejido que podría transformar el mundo, no ha despuntado en nuestro país. ¿Cómo puede explicarse?
La esperanza hecha molécula
En la Universidad Autónoma de San Luis Potosí trabaja una mujer apasionada por la ciencia. La doctora Mildred Quintana Ruíz ha dedicado su vida profesional, junto a su equipo, a desarrollar nanomateriales que podrían limpiar el agua, ese bien tan escaso y preciado que en nuestro país se desperdicia entre fugas y desigualdad. En entrevista para Obsidiana, la doctora Quintana nos cuenta cómo las nanociencias podrían ayudar a resolver esta problemática.
Hemos creado nanomateriales que pueden absorber contaminantes, degradarlos con luz solar, o descomponerlos.
“Hemos colaborado con un grupo de hidrobiología de la Academia China de Ciencias, que lleva varios años limpiando el agua en la provincia Wuhan, un lugar lleno de lagos, los cuales estaban muy contaminados, pero en los últimos 20 años, con nanotecnología, se han dedicado a limpiar esas aguas.
“Iniciaron con tratamientos como la sedimentación y filtración. Ahora hay un reto: el agua parece estar limpia, pero tiene contaminantes emergentes, como antibióticos, colorantes, microplásticos, los cuales se pueden remover con procesos convencionales de la ingeniería. Hemos trabajado con el grupo del profesor Wu y el grupo del profesor Song en la Universidad en Wuhan, para hacer nanomateriales que pueden absorber contaminantes, degradarlos con la luz solar, o descomponerlos para eliminar su toxicidad. Con nanopartículas magnéticas podemos remover contaminantes por imanes, o campos magnéticos, o fotocatalizadores que interaccionan con la luz y los rompen o descomponen por medio de formación de especies reactivas de oxígeno”.
En México, los descubrimientos y desarrollos tecnológicos de Quintana permanecen en los laboratorios. “No hemos podido aplicar nuestras investigaciones más allá del laboratorio. Ni siquiera en los lagos nacionales”.
Promesas incumplidas
En 2001 y 2008, el gobierno mexicano reconoció el valor estratégico de la nanotecnología en su “Programa Especial de Ciencia y Tecnología”. Se habló de ella como la llave que abriría las puertas a un futuro más justo, próspero y sustentable. Pero las patentes relacionadas con nanociencia en el país son apenas una gota en el océano, comparadas con países como China y Estados Unidos, que dominan el campo con miles de publicaciones y patentes.
Aunque contamos con mentes brillantes, México no está entre los 20 países más avanzados en esta área.
México no aparece entre los 20 países más avanzados en esta área, aunque contamos con mentes brillantes. Hace falta un plan nacional sólido, una oficina que coordine, y objetivos claros que permitan encaminar esfuerzos hacia el mismo destino. Además, los recursos son escasos.
Cuando Quintana habla de su trabajo, lo hace con la convicción de que la ciencia tiene el poder de cambiar el mundo, pero también con el dolor de saber que esas soluciones no están al alcance de los más necesitados. “Ojalá que la nueva administración escuche a los científicos mexicanos”, expresó.
Soluciones energéticas eficientes
Con nanomateriales es posible producir hidrógeno, que puede ser un combustible limpio. En el futuro, las celdas de hidrógeno podrían generar energía para movernos. También es muy importante contemplar la economía circular. Los materiales que se usan ahora se pueden reutilizar para generar nanomateriales, mencionó la doctora.
“Es complejo, pero se pueden hacer ciclos de reúso. Aquí en el laboratorio, por ejemplo, tengo estudiantes que están trabajando en recuperar el oro y otros metales de los circuitos y componentes electrónicos de las computadoras viejas que tiró la universidad. A partir de muchos tipos de basura es posible generar nanomateriales, como carbono activado, grafeno, óxido de grafeno y catalizadores. Toda esa basura vuelve a tener valor, se puede rehusar”.
El futuro que aún podemos alcanzar
Mildred Quintana, a quien en el 2018 le fue otorgado el Premio de Investigación por la Academia Mexicana de Ciencias, la Cátedra Marcos Moshinsky, nos habló del grafeno, un material tan ligero como resistente, capaz de hacer que los edificios no solo desafíen la gravedad, sino también el caos de los terremotos. La empresa mexicana Graphenemex ha utilizado este prodigio molecular para crear puentes que, en otros países, como Perú, han salvado vidas y soportado las peores embestidas de la naturaleza.
Es posible rehusar basura para generar nanomateriales como carbono activado, grafeno y catalizadores.
El potencial del grafeno podría transformar nuestras carreteras, construyendo caminos que no se rompen fácilmente, y que permiten que el agua llegue al corazón de los acuíferos, pero su implementación en México se ha visto truncada por la falta de visión.
La doctora Quintana cree firmemente que la nanotecnología es la llave que México necesita para resolver muchos de sus problemas más urgentes. Desde el tratamiento del agua hasta la creación de materiales más eficientes y sustentables, el potencial está allí, esperando ser liberado.
A pesar de que la nanotecnología fue declarada prioritaria en los planes de desarrollo, el tiempo ha pasado, y la promesa ha quedado atrapada en el aire. Mientras tanto, los científicos claman por un futuro donde la ciencia sea prioridad, y México sigue esperando, con las manos llenas de posibilidades.
Crédito de imagen de la doctora Quintana: UASLP