Actualmente nos encontramos inmersos en una gran crisis de disponibilidad de agua. Las causas son muchas pero, si escudriñamos hacia los orígenes reales del problema, encontraremos que una gran parte se debe a que en que nuestra civilización no solo no protege a los sistemas que soportan la vida, sino que no procura la salud del nutriente universal que la sustenta: el agua.
Un dilema ético
Probablemente, por deformación cultural estemos acostumbrados a pensar que por el hecho de ser buenos, hacemos cosas buenas, sin embargo, en los temas ambientales no pasamos el filtro de nuestras decisiones cotidianas por una reflexión acerca de los impactos y consecuencias de las mismas. Por ejemplo: si de origen tomamos el agua limpia de la naturaleza, ¿por qué la regresamos sucia o sin el mismo grado de pureza que tenía? ¿Acaso el bienestar material puro es más importante que el derecho a un ambiente sano del resto de las comunidades humanas y no humanas?
Para visualizar la importancia de las palabras anteriores reflexionemos respecto a la relación que hay entre la salud del agua y la producción de servicios ambientales esenciales para el sostenimiento de nuestra vida a través de los polinizadores y la producción de comida. 80% de la reproducción del reino vegetal se hace de manera sexual, y los principales actores para que esto suceda son los polinizadores (abejas, abejorros, libélulas, mariposas, colibríes); y de este servicio ambiental se estima que las abejas realizan 60% de la reproducción de toda la paleta vegetal de la cual nos alimentamos.
Si de origen tomamos el agua limpia de la naturaleza, ¿por qué la regresamos sucia?
Si una abeja productora de miel (apis mellifera) requiere dos litros de agua por cada kilo de miel que produce, ¿cuál será el impacto en su salud y la de su colmena si sus fuentes de agua están contaminadas como consecuencia de las actividades humanas? Sin cuerpos de agua sanos y limpios, ¿cómo podrán hidratarse cotidianamente los polinizadores?
Esta pequeña reflexión nos puede ayudar a dimensionar la importancia de crear una cultura de tratamiento de agua obligatoria y con los criterios mínimos que exigen las normas oficiales, bajo un entendimiento ético donde reconozcamos que nuestra estabilidad como sociedad depende de la salud de los sistemas vivos, los cuales crean en su conjunto servicios ambientales (agua, aire limpio, suelo fértil, entre otros), esenciales para nuestra supervivencia.
Precursora de la vida
El molde de la civilización está incompleto si no comprendemos la naturaleza del agua. La crisis actual nos permite visualizar que necesitamos construir un sinfín de nuevos códigos culturales, y que uno de ellos deberá ser el reconocimiento de que restituir la salud y limpieza del agua es un asunto elemental e incuestionable, más allá de las métricas económicas que actualmente nos rigen.
Imaginemos a aquellos desarrolladores en zonas costeras que no instalan sistemas de tratamiento de agua, y una vez ocupados los edificios que construyen, sus descargas llegan al mar. Cada vez que alguno de estos desarrolladores coma pescados, camarones o mariscos capturados en las zonas aledañas a donde descargan los drenajes municipales, estarán ingiriendo tejidos de seres vivos en cuyo hábitat predominan aguas residuales originadas en los propios inmuebles que desarrollaron.
Nuestra estabilidad como sociedad depende de la salud de los sistemas vivos.
Si visualizamos que el agua observa un eterno fluir a través del metabolismo biológico de las cadenas alimenticias y que un alto porcentaje, tanto de nuestro cuerpo como de los seres vivos, es agua, entonces preservar al máximo las propiedades del elemento que fluye de un ser vivo al otro debería ser asunto de sentido común. Si logramos integrar el saneamiento al agua como un código de nuestra civilización, podríamos crear una cultura de regeneración que nos permita, a través del agua, seguir cuidando la salud de los sistemas que soportan la vida y los servicios ambientales que de ellos emanan.
Agua, tratamiento y reuso
El agua es un recurso limitado y finito; en el planeta hay una sola cantidad disponible, la cual fluye a través del planeta en ciclos definidos. A diferencia de lo que ocurre en la naturaleza; la manera en que los humanos hemos planteado nuestros modelos para utilizar agua en las ciudades no es cíclica, sino lineal: la obtenemos, la usamos, la ensuciamos y la tiramos.
Según datos de la Comisión Nacional del Agua, poco más de dos tercios del territorio nacional se encuentran bajo estrés hídrico (es decir, se extrae agua de los acuíferos más allá del límite saludable de recarga a los mismos por medios naturales o artificiales); motivo por el cual, el tratamiento del agua para reuso deberá convertirse un tema estratégico. Con esto crearemos una cambio radical al pasar de modelos lineales a circulares, manteniendo al agua fluyendo al máximo en el sistema. A continuación se mencionan tres niveles progresivos de reuso con ejemplos.
Preservar al máximo las propiedades del elemento que fluye de un ser vivo al otro debería ser asunto de sentido común.
Nivel uno: producir agua tratada para riego a partir del agua negra de una edificación o fuente externa (drenaje municipal). Ejemplo: complejo del Club de Futbol Santos Laguna, donde se toma el agua negra del drenaje municipal (junto con la del estadio), para regar los campos de futbol (el del estadio y los de entrenamiento-escuela).
Nivel dos: producir agua tratada para reuso en muebles sanitarios, riego y torres de enfriamiento (en algunos casos). Ejemplo: diversos edificios de oficinas en la Ciudad de México como la “Torre origami” (ubicada en Insurgentes y Río Mixcoac) o el Centro Comercial Garden Santa Fe.
Nivel tres: producir agua tratada para reuso en muebles sanitarios y potabilización total de la misma para lavabos y regaderas. Ejemplo: Campus de la Universidad del Medio Ambiente en Valle de Bravo.
Reflexión final
Si fuésemos capaces de transportarnos un siglo hacia adelante: ¿cuáles serían las palabras que escucharíamos de nuestros bisnietos o tataranietos acerca de la manera en que la civilización se interrelacionó con el entorno y con el agua? ¿Podrán expresar que sus bisabuelos y tatarabuelos construyeron los cimientos para garantizar la continuidad de la vida por muchas generaciones más? ¿Considerarán que estábamos en nuestro sano juicio al habernos comportado de la manera en que lo hacemos con el entorno natural y los recursos? ¿Agradecerán que supimos entender que el agua es el vehículo que permite potencializar la vida? En nuestras manos hoy, están las respuestas.