Históricamente, las mujeres han afrontado una serie de barreras que limitan su participación y avance en diferentes ámbitos, en particular en el de ciencia, tecnología e innovación. Los movimientos feministas del siglo XX, lucharon primero por el derecho al voto y luego por tener acceso a la educación superior y por integrarse a la vida laboral.
Sin embargo, a pesar de los derechos ganados y de las leyes de igualdad de género promulgadas, las mujeres siguen enfrentando actos de discriminación y barreras que impiden o dificultan su acceso a puestos de liderazgo, alta dirección o a reconocimientos dentro de su campo. A esas barreras invisibles, pero existentes y reales, se les denomina “techo de cristal”, término popularizado en la década de los 80.
Las mujeres siguen enfrentando actos de discriminación y barreras que impiden o dificultan su acceso a puestos de liderazgo.
Si bien el Índice Global de Brecha de Género que mide el Foro Económico Mundial muestra que en este siglo, en México, hay claros avances en la reducción de la brecha de género en el ámbito educativo (rubro en el que México obtiene su mejor puntuación, particularmente en primaria y secundaria), en educación superior de carreras científicas o relacionadas con la tecnología, la reducción de la brecha ha sido mucho menos significativa. Conforme se avanza en los posgrados y en la escala de puestos de investigación o de responsabilidad académica, el porcentaje de participación de mujeres es cada vez menor.
Figura 1. Porcentaje de investigadores en el SNI por sexo.
En 1984, menos del 20% de los investigadores del país registrados en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del entonces Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) eran mujeres1. Según el censo de 2024 del SNI, el porcentaje ha crecido al 40%2 (ver Figura 1). Si se observa a detalle el porcentaje de mujeres por cada nivel del SNI, se verá que en 2024, de los poco más de 10 mil candidatos a investigador nacional, 46% fueron mujeres y 54% hombres, ¡nada mal! Pero el porcentaje de participación de mujeres disminuye conforme se sube en el escalafón: para el nivel I baja a 39%, mientras que para el nivel III o de investigador emérito, se reduce hasta 27% y 26%, respectivamente (ver Figura 2). La brecha de género que a nivel global no parecía tan abierta, ¡ahora está muy marcada!
Figura 2. Porcentaje de mujeres investigadoras en el SNI, por nivel.
Los obstáculos que dificultan o impiden el crecimiento de las mujeres son persistentes y evidentes. Si se contrastan los datos por área de conocimiento, vemos que en 2024, en el área de medicina y ciencias de la salud, la participación de mujeres en el nivel III y emérito fue del 36%. Mientras tanto, en el área de ciencia (física, química, matemáticas y biología) el porcentaje bajó hasta 23% (ver Figura 3). Incluso, ninguna mujer había sido reconocida con el nivel de Investigadora Emérita en el área de físico-matemáticas antes de 2008, ¡hace menos de 20 años!
Figura 3. Porcentaje de mujeres investigadoras en el SNI, por nivel y área de conocimiento.
¿Por qué las mujeres no tienen una participación igualitaria en la ciencia en México? En primer lugar, por el estereotipo de género. Este dificulta el ingreso de las mujeres a carreras científicas o tecnológicas, debido a la creencia generalizada de que estas carreras, en particular las relacionadas con física y matemáticas, son más adecuadas para los hombres. Y, una vez que las mujeres se han insertado en la ciencia, el estereotipo de género obstaculiza su permanencia y progreso, debido a las expectativas sociales: las mujeres son vistas como las principales responsables del cuidado y la crianza de la familia y del hogar, lo que afecta considerablemente su rendimiento académico y profesional.
El balance entre la vida personal y la académica es otra barrera compleja. Hace poco tiempo, la edad límite para obtener becas de posgrado o postdoctorado en México era de 35 o 37 años. Esto forzaba a las mujeres que querían también ser madres a truncar su vida académica, o bien, a pausar su maternidad hasta ya una edad avanzada. Actualmente se han eliminado, en la mayoría de los casos, los límites de edad para la obtención de estas becas. No obstante, la barrera no desaparece por completo, pues hay una clara preferencia a la contratación de investigadores jóvenes. Además existe una serie de reconocimientos importantes, nacionales e internacionales, para las y los investigadores jóvenes destacados, pero suelen ser para menores de 40 años. Entonces, las mujeres deben conciliar entre aspirar a un buen puesto de trabajo o a uno de estos reconocimientos, y el deseo de ser madres.
Las niñas y jóvenes tienen pocos referentes y modelos a seguir de mujeres que se han desarrollado brillantemente.
Es cierto que cada vez son más los fondos o instituciones financiadoras que priorizan proyectos de investigación de grupos lidereados por mujeres, o al menos con integrantes mujeres. Sin embargo, la poca participación de mujeres en las esferas de toma de decisiones hace que, fuera de estos casos particulares de priorización, aún haya una mayor tendencia a financiar proyectos lidereados por hombres. Esto, a su vez, tiene otra consecuencia: la baja visibilidad de las mujeres que se dedican a proyectos exitosos en ciencia, lo cual influye en que las niñas y jóvenes tengan pocos referentes y modelos a seguir de mujeres que se han desarrollado brillantemente en ese “mundo masculino”, acentuando el estereotipo de género.
El desarrollo de la ciencia misma nos ha enseñado la relevancia de contar con una diversidad de perspectivas que permitan y fomenten una comprensión más amplia y completa de diferentes temas. En ese sentido, es clave asegurar que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres, para aprovechar su talento y creatividad.
Romper el techo de cristal en el campo de la ciencia en México no es imposible, pero hacerlo requiere que esas barreras sutiles y a veces difíciles de constatar, se vuelvan cada vez más visibles. Es fundamental crear políticas públicas y promulgar leyes que promuevan y favorezcan la participación con igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, para continuar con el avance significativo, más no suficiente, que se ha tenido en los últimos 20 años en México. También se necesita un compromiso continuo de la sociedad para erradicar los estereotipos y preconcepciones respecto a las carreras “adecuadas” para mujeres, hasta lograr que ninguna niña vuelva a escuchar: “¡eso no es para ti!”.